Una historia zen, cuenta que un monje estaba trepando por una escarpada montaña; de pronto, ante él apareció un tigre que rugía y le cerraba el paso. A su espalda, la pendiente se convertía en un abismo inmenso.
Mientras decidía qué iba a hacer, el monje volvió la mirada a la ladera que tenía a su lado; allí sus ojos se fijaron en una pequeña planta, que había conseguido arraigar en una grieta. Y del único tallo de la planta, colgaba una perfecta fresa salvaje...roja y madura, que resplandecía con el rocío.
El monje extendió la mano, arrancó la diminuta fruta..la saboreó con la lengua y cerró los ojos extasiado.
SABOREA CADA MOMENTO
Trata de encontrar un toque de felicidad en los acontecimientos cotidianos..y trata de prestar atención a las fresas salvajes, sin importar la forma en que se presenten.
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