SIEMPRE ME GUSTAN ABRAZAR A LAS PERSONAS,
CREO QUE ASÍ NOS UNIMOS MÁS CON EL ALMA , DE CORAZÓN, BAJAMOS LAS DEFENSAS DEL EGO, DE LA EDUCACIÓN. ESTO AMMA LA MAESTRA MADRE DEL ABRAZO LO SABE MUY BIEN , EN ESTE ESCRITO LA CONOCEREMOS MEJOR...
“La vida de Amma se ha consagrado a acoger a los demás. Al aceptar a todos los seres humanos por medio de su abrazo físico, ella trasciende todas las religiones y divisiones políticas. La aceptación y el amor que genera su abrazo es el remedio curativo que todos necesitamos. Es la cura
que nuestras madres nos dieron cuando éramos niños. Y esa cura es la que Amma está dando al mundo”. Donald Rubin
Amma nació el 27 de septiembre de 1953, en una pequeña villa de la costa oeste de Kerala, India. Es reconocida mundialmente por su enorme obra humanitaria y caritativa. Ha creado escuelas, hospitales, campamentos médicos, viviendas, pensiones para mujeres sin recursos, orfelinatos y centros de enseñanza superior (informática, medicina, enfermería, ingeniería, etc….) Su incondicional capacidad de escucha y de devoción le confiere un lugar de excepción en la historia de la religión de la India. El director de cine Jan Kounen ha realizado una película Darshan (El Abrazo), donde retrata a Amritanandamayi Devi, como una mahatma (alma grande), una maestra espiritual. “No soy un discípulo de Amma, pero siento hacia ella un respeto inmenso y una profunda gratitud porque en este viaje recibí aquello que no buscaba, la visión de otra dimensión de la existencia humana”. Las Naciones Unidas la reconocieron como un extraordinario líder espiritual y recibió el prestigioso premio Gandhi-King para la no violencia.
Sus enseñanzas son una llamada para que las personas vuelvan su mirada hacia las nobles cualidades en la vida cotidiana. Ella afirma que el ser humano no puede progresar espiritualmente si no desarrolla un espíritu altruista.
Fragmentos del artículo: “El despertar de la maternidad universal”-
Por Sri Mata Amritanandamayi Devi - Amma
En este escrito convoca a las mujeres a luchar por sus derechos, pues dice que están dormidas y deben despertar, cambiar su mente, redescubrir y valorar que representan el principio espiritual por excelencia: la maternidad universal. Debe liberarse de los prejuicios de la sociedad patriarcal, no sólo por ellas mismas, sino porque todas las sociedades actuales necesitan explicitar y desarrollar los valores femeninos contenidos en dicho principio: amor no egoísta, fortaleza, delicadeza, paciencia y tolerancia. La paz no será posible si no se reestablece la armonía entre lo masculino y femenino que residen en cada hombre y mujer. Sólo así podrá superarse el odio y la competencia que imperan en el mundo actual.
En la actualidad, son muchas las mujeres que están dormidas, y que deben despertar y levantarse. Es una de las necesidades más apremiantes de este momento. No sólo deben despertar las mujeres que viven en países en vías de desarrollo, sino también las mujeres de cualquier parte del mundo. En los países donde el materialismo es predominante, las mujeres deberían despertar a la espiritualidad. Y en aquellos países en los que las mujeres se ven forzadas a permanecer en los limitados muros de la tradición religiosa, deberían despertar al pensamiento moderno. Se ha generalizado la idea de que las mujeres y la cultura de su entorno, despertarán gracias a la educación y al desarrollo del materialismo, pero el tiempo nos ha demostrado que se trata de una visión muy limitada. Sólo cuando las mujeres puedan asimilar la sabiduría eterna de la espiritualidad, además de recibir una educación moderna, se despertará en ellas el poder innato que poseen y se alzarán para actuar.
¿Quién debe despertar a la mujer? ¿Qué dificulta su despertar? De hecho, no hay fuerza externa que pueda obstaculizar el desarrollo de su cualidad maternal innata, u otras cualidades como el amor, la empatía y la paciencia. Es ella, y sólo ella, la que debe despertarse. Sólo se lo impide su propia mente.
En la mayoría de los países, siguen prevaleciendo las normas y las creencias supersticiosas que degradan a la mujer. Las primitivas costumbres, inventadas por los hombres en el pasado para explotar y subyugar a la mujer, permanecen todavía vivas, hoy en día. La mujer y su mente se han quedado atrapadas en la tela de araña de estas costumbres. La mujer vive hipnotizada por su propia mente y, si desea liberarse de este campo magnético, tiene que hacerlo ella misma. Este es el único camino.
Si observamos a un elefante, vemos como puede con su trompa arrancar de raíz un enorme árbol y levantarlo. Cuando es pequeño y vive en cautiverio, se le ata a un árbol con fuertes cuerdas o con cadenas. Pero como su naturaleza es la de vivir libremente, el pequeño elefante trata instintivamente, con toda su fuerza de liberarse. Pero no es lo suficientemente fuerte para lograrlo. Al ver que sus esfuerzos resultan vanos, abandona la lucha. Más tarde, cuando crece y es adulto, puede ser atado a un pequeño árbol con una cuerda fina. Podría liberarse fácilmente si quisiera, pero como su mente está condicionada por la experiencia anterior, no hace ni el más mínimo esfuerzo. Esto es lo que le está sucediendo a la mujer. La sociedad no permite que emerja la fuerza de la mujer. Hemos creado un obstáculo que impide que fluya esa gran fortaleza.
Tanto la mujer como el hombre poseen un mismo potencial, inherente e infinito. Si la mujer realmente se lo propusiera, no le sería difícil romper las ataduras, las reglas y los condicionamientos que la sociedad le ha impuesto. La gran fortaleza de la mujer está en su maternidad innata, en su poder de crear, de dar vida. Y este poder puede ayudarle a plasmar un cambio en la sociedad mucho más significativo del que pudieran realizar los hombres.
Las ideas anticuadas y paralizantes que se asentaron en él pasado, impiden que la mujer alcance altas cotas espirituales. Estas son las sombras que aún persiguen a la mujer, generando miedo e inseguridad en su interior. Son simples ilusiones, que tendría que abandonar. Las limitaciones que la mujer piensa que tiene, no son reales. Necesita hacer un esfuerzo para eliminar esas limitaciones imaginarias. En realidad, ya poseen ese poder, ¡se encuentra aquí mismo! Y cuando ese poder se despierte, nadie podrá detener su marcha hacia delante, en todos los ámbitos de la vida.
La mujer no ha sido creada para el disfrute del hombre, ni para que sirva el té a los invitados. Los hombres utilizan a las mujeres como si fueran cintas de casete, les gusta que actúen según sus caprichos y fantasías, como si estuvieran presionando las teclas de puesta en marcha o parada. Los hombres se consideran a sí mismos superiores a las mujeres, tanto física como intelectualmente. Resulta evidente la arrogancia de su concepción errónea sobre la mujer, pues en todo lo que hacen sostienen la idea de que las mujeres no pueden sobrevivir en la sociedad sin la dependencia de los hombres.
Una mujer que goce de mala reputación, aunque sea una víctima inocente, será rechazada socialmente y, a menudo, incluso por su propia familia. En cambio, el hombre puede ser tan inmoral como le plazca y salir airoso, ya que raramente se cuestiona su actuación. Incluso en países desarrollados, la mujer queda relegada a un segundo plano cuando trata de compartir poder político con los hombres. Resulta interesante constatar como, en este terreno, algunos países en vías de desarrollo están comparativamente mucho más adelantados. Y sin embargo, ¿cuántas mujeres reconocidas actúan en la arena de la política mundial? Se podrían contar con los dedos de una mano. ¿Acaso es debido a la incompetencia de la mujer o se debe a la arrogancia del hombre?
Las circunstancias adecuadas y el apoyo de otros ayudarán, con seguridad, a que la mujer se despierte y se eleve. Pero no basta con eso, son ellas las que deberían extraer consecuencias de estas experiencias y fortalecerse interiormente. El verdadero poder y la fuerza no proceden del exterior, sino del interior mismo.
Las mujeres tienen que hallar su propio coraje. El coraje es un atributo de la mente, y no una cualidad del cuerpo. Ellas tienen la fuerza necesaria para combatir las reglas sociales que impiden su progreso.
En realidad, el hombre es una parte de la mujer. Cada niño se encuentra primero en el útero de la madre, como parte misma del ser de la mujer. Respecto a un nacimiento, el papel que desempeña el hombre es el de ofrecer su semilla. Para él constituye un momento de placer, pero para la mujer son nueve meses de austeridad. Es la mujer la que recibe, concibe y hace de esa vida una parte de su propio ser. Ella crea la atmósfera más propicia para que esa vida se desarrolle en su interior y luego le da la luz. Las mujeres son esencialmente madres, las creadoras de vida. Cada hombre aspira en secreto a ser nuevamente abrazado en el seno del amor incondicional de la madre. Esa es una de las razones sutiles de la atracción que el hombre siente por la mujer, pues el hombre ha nacido de una mujer.
Hay un hombre en lo profundo de cada mujer y una mujer en lo profundo de cada hombre. Independientemente de que seas mujer u hombre, vuestra verdadera humanidad sólo saldrá a la luz cuando las virtudes femeninas y masculinas encuentren un equilibrio en vuestro interior.
Más de la mitad de la población mundial son mujeres. Constituye una gran pérdida el que se le niegue la libertad de desarrollo a la mujer, o se le niegue el elevado estatus social que le corresponde. Cuando se le limita o se le veda, es toda la sociedad la que pierde esa contribución potencial. Si la mujer se ve debilitada, sus hijos se ven afectados, tornándose débiles. De esa manera, toda una generación pierde su fuerza y vitalidad. Sólo podremos crear un mundo de luz y de conciencia cuando las mujeres reciban el honor que se merecen.
Las estadísticas muestran que los hombres -no las mujeres- cometen los mayores delitos y crímenes de este mundo. Existe también una estrecha correlación entre la forma como los hombres destruyen la Madre Naturaleza y su actitud hacia la mujer.
Hay dos tipos de lenguajes en el mundo: el lenguaje del intelecto y el lenguaje del corazón. Al lenguaje del intelecto racional le gusta argumentar y atacar. La agresión forma parte de su propia naturaleza. Es puramente masculina, desprovista de amor o de cualquier sentido de interacción con los demás. Se expresa de esta manera: “No sólo tengo razón y tú estás equivocado, sino que además voy a demostrártelo a cualquier precio con el fin de desarmarte.” Es normal que los que hablen este lenguaje intenten dominar y hacer bailar a los demás como marionetas al son de sus propios caprichos. Tratan de forzar sus ideas sobre los demás. Sus corazones están cerrados y raramente tienen en cuenta los sentimientos de los demás. Lo único que valoran y consideran es el dictado de su propio ego y su vana idea de victoria.
El lenguaje del corazón, el lenguaje del amor, el que se relaciona con el principio femenino, es bien diferente. Los que lo hablan no prestan atención a su ego. No están interesados en probar que tienen razón o que el otro está equivocado. Están profundamente interesados en el prójimo, y lo que realmente desean es ayudar, apoyar y elevar a los demás. En su presencia, surge la transformación espontáneamente. Son los dadores de una esperanza tangible y de luz en este mundo. Los que se acercan a ellos, renacen. Cuando hablan, no lo hacen para impresionar, imponer sus ideas o discutir, su hablar se convierte en una verdadera comunión entre corazones.
El amor verdadero no tiene nada que ver con el placer o el egocentrismo. En el amor verdadero, tú no eres el importante, es el otro el que importa. En el amor, el otro no es un instrumento para satisfacer vuestro deseo egoísta, eres tú el instrumento de la Divinidad para hacer el bien en el mundo. El amor no sacrifica a los demás, el amor se entrega alegremente, sin esperar nada a cambio. El amor es desinteresado, y no se impone a la mujer para relegarla a un segundo plano, para tratarla como un objeto. Cuando hay amor verdadero, no te sientes menospreciado, más bien te engrandeces y te transformas en uno con la totalidad, lo contienes todo y te sientes eternamente dichoso.
Lamentablemente, el lenguaje del intelecto es el que prevalece en el mundo actual, y no el lenguaje del corazón. Los representantes de la lujuria y del egoísmo, y no los del amor, dominan el mundo. Personas de mente estrecha influyen en las de mente débil y las utilizan para satisfacer sus objetivos egoístas. Las antiguas enseñanzas de los sabios se han distorsionado y se han adaptado a los deseos egoístas de los seres humanos. El concepto de amor ha quedado desfigurado. Por eso dominan en el mundo los conflictos, la violencia y la guerra.
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