miércoles, 5 de noviembre de 2008

alimentos medicinas

Sun Ssu-mo, el médico taoísta de la dinastía Tang que supo diagnos­ticar y curar el beriberi (enfermedad debida a una deficiencia nutricio­nal) hace 1.300 años, casi un milenio antes de que los médicos euro­peos llegaran a las mismas conclusiones en 1642, escribió en su obra Recetas preciosas:

Un médico verdaderamente bueno descubre primero la causa de la enfermedad y, cuando la ha encontrado, trata de curarla mediante la alimentación. Sólo cuando la alimentación fracasa receta medica­mentos.

Hipócrates, el padre de la medicina occidental, compartía el mismo parecer cuando advirtió a sus estudiantes, «que vuestro alimento sea vuestra medicina»


Ajo

El ajo se ha utilizado como medicamento desde los albores de la his­toria china, y probablemente desde mucho antes. Algunos textos médi­cos egipcios que se remontan al año 1550 a. de C., citan al ajo como in­grediente principal en 22 recetas, y está comprobado que los países donde suele consumirse ajo en grandes cantidades muestran una inci­dencia de cáncer significativamente inferior. Los textos chinos indican claramente que, para beneficiarse plenamente de sus efectos, el ajo debe consumirse crudo.

La ciencia moderna corrobora la eficacia de este antiguo remedio. Bioquímicos norteamericanos han descubierto que la «glicina», el com­ponente activo del ajo, actúa como un potente antibiótico y fungicida. De hecho, la glicina ha demostrado ser más eficaz que la penicilina para la eliminación de determinados agentes patógenos. Sin embargo, la gli­cina se encuentra únicamente en el ajo crudo recién cortado o macha­cado, lo que una vez más confirma la sabiduría de los antiguos médicos chinos. Cuando se corta un diente de ajo crudo, una sustancia vegetal neutra denominada aliína se combina con una enzima denominada alinasa para producir el potente factor glicina. El olor característico del ajo crudo recién cortado se debe a esta poderosa reacción enzimática. Las píldoras, aceites y demás extractos inodoros de ajo que se venden en las tiendas de productos de régimen están completamente despro­vistos de glicina y son, por tanto, terapéuticamente inútiles.

En la antigua China, la tuberculosis se trataba eficazmente me­diante cataplasmas calientes de ajo fresco aplicadas en la espalda. Los factores terapéuticos volátiles penetraban en la piel y llegaban a los pul­mones, donde destruían el bacilo que causa la tuberculosis. Asimismo, el ajo es igualmente eficaz para limpiar el aparato digestivo de lombri­ces y demás parásitos, para prevenir gripes y resfriados y como tonifi­cante de la libido. El consumo diario habitual de ajo fresco crudo pro­porciona una completa protección contra innumerables enfermedades contagiosas y parásitos.


Uvas

Quizás esto le sorprenda, pero las uvas, correctamente utilizadas­ se cuentan entre los más eficaces alimentos medicinales. El zumo de uva ha recibido el calificativo de «leche vegetariana», debido a su capacidad para sustentar niños de pecho privados de la leche materna constituye una opción muy superior a la leche de vaca pasteuriza Los azúcares contenidos en la uva son precisamente los que necesita el metabolismo celular: básicamente glucosa pura, con algo de fructosa de levulosa. Estos azúcares naturales son inmediatamente absorbidos por la sangre, ya listos para su utilización metabólica.

Una de las más efectivas aplicaciones terapéuticas de la uva es como cura para el estreñimiento y la gastritis, trastornos frecuentes en aquellos que se alimentan con la típica dieta occidental. Cuando se presenta una gastritis grave, basta con que deje de comer y beber ninguna otra cosa durante uno o dos días y empiece a comer uva fresca. Las uvas negras son, con mucho, las más potentes. Puede comenzar con medio kilo o un kilo al día e ir aumentando hasta kilo y medio o dos kilos. En caso de gastritis, hay que escupir las pieles y semillas, y tragar únicamente el zumo y la pulpa. Por lo general, este tratamiento elimina todos los síntomas de la gastritis en cuestión de 24 a 48 horas. Si luego procura evitar los alimentos desnaturalizados y las combinaciones incorrectas que provocaron el problema, no es probable que vuelva a aparecer la gastritis.

La uva negra es un desintoxicante increíblemente eficaz, sobre todo para el canal digestivo, el hígado, los riñones y la sangre. Cuando se utiliza para este propósito, hay que masticar cuidadosamente las pieles y semillas y tragarlas junto con el zumo y la pulpa, ya que contienen po­derosos agentes bioactivos con propiedades desintoxicantes específicas. Además, también alcalinizan el canal digestivo y la corriente sanguínea, un efecto altamente deseable en estos tiempos de acidosis crónica. La diarrea y otras molestias que pueden presentarse en los primeros días de terapia a base de uvas se deben exclusivamente a las poderosas pro­piedades desintoxicantes de la uva: cuanto peor se encuentre, más into­xicado está.


Cerezas

Utilizadas terapéuticamente, las cerezas son nutritivas, desintoxi­cantes y laxantes, y estimulan el sistema nervioso, los órganos vitales y las glándulas. Sus marcadas propiedades antiflogísticas y antiputrescentes hacen de ellas un excelente coadyuvante para combatir los efectos nocivos de la putrefacción de proteínas animales en el tracto intestinal. Las cerezas son aptas para los diabéticos, porque el azúcar que contie­nen es únicamente levulosa, que puede pasar directamente al torrente sanguíneo sin ser transformada antes por la insulina.



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